- Descripción: Este itinerario comienza en el área recreativa de Ponte Segade. Tomamos el sendero que arranca río abajo por su margen izquierda, hasta el refugio de Salustio, y después de atravesar el puente de cemento, regresamos al punto de partida remontando el río por la otra orilla.
- Trazado: Circular
- Dificultad: Baja pero no es accesible ni practicable para público con movilidad reducida ni discapacitados.
- Distancia: 3,5 km
- Tiempo de recorrido: 1h
- Valoración M.I.D.E:
- MEDIO (severidad del medio natural): 1
- ITINERARIO (orientación en el itinerario): 1
- DESPLAZAMIENTO (dificultad en el desplazamiento): 2
- ESFUERZO (cantidad de esfuerzo necesario): 1
- Coordenadas del inicio del recorrido: 43°37’16,50”N; 7°44’,19”O
El área recreativa de Ponte Segade fue una de las primeras acondicionadas para el disfrute y conservación del medio y como apoyo para los pescadores. Junto a esta, existen otras a lo largo del río formadas por distintos elementos como pasarelas, puentes, refugios, aseos, bancos...Todas ellas fueron construidas gracias a colaboración de los vecinos, que en muchas ocasiones cedieron sus propiedades. Ahora forman parte de un nuevo patrimonio que a todos corresponde disfrutar y cuidar.
Comenzando nuestro itinerario podemos descubrir dos árboles que crecen al lado del río, y junto con otras que forman el bosque de ribera cumplen importantes funciones en su conservación.
El aliso es la más representativa y abundante de todas ellas y también la que consigue mayor altura. Creciendo en los márgenes del río, con las raíces siempre empapadas ayudando a retener la tierra que podría ser arrastrada por las lluvias torrenciales y dando cobijo a numerosos animales acuáticos y anfibios. Su madera, blanda y ligera, se empleó para hacer zuecos y piezas de molinos, pues resiste muy bien la humedad y no pudre fácilmente. Sus frutos son cómo pequeñas piñas diminutas que guardan muchas semillas, muy apreciadas por multitud de pajaritos. Los alisos enriquecen el suelo sobre el que viven, gracias a unos hongos asociados a sus raíces que permiten fijar el nitrógeno atmosférico.
En el bosque de ribera crece también a avellano, un pequeño árbol con el tronco muy ramificado. Sus frutos, las avellanas, que maduran a finales del verano, tienen un excelente sabor y un alto valor nutritivo muy apetecible para la fauna del bosque y para nosotros que las comemos como fruto seco y en diversos dulces. También empleamos su madera, muy flexible e idónea para hacer bastones, varas y cestas.
En este tramo medio del río Sor podemos ver guijarros o cantos rodados en el lecho y en las orillas del río. La fuerza del agua a lo largo del tiempo excavó el lecho y desgastó el fondo y las laderas transportando estos materiales. Los guijarros grandes, grabas y arenas fueron acumulándose, llenando parte del lecho del río.
A lo largo del camino aparecen dos árboles que tenían distintos usos tradicionales. El peral bravo es un pequeño árbol espinoso que da unos frutos pequeños comestibles pero de poco sabor. Los peruchos son de carne dura y ácida, y están maduras a partir del mes de septiembre, suministrando alimento a multitud de animales. En Galicia se tiene empleado como patrón para enjertar pugas de variedades de perales o manzanos más estimados por los frutos, dándole así a la enjertada resistencia a plagas y dolencias y mejor aclimatación. El boj es un arbusto que crece de forma venturera con hojas siempre verdes y lustrosas que se utiliza también como ornamental y formando setos. Crece muy lentamente y su madera es muy preciada en tornaría y para hacer gaitas. Con su madera también se hace un popular juguete que baila: la peonza.
El robledo del refugio Salustio esconde al árbol más tradicional en Galicia, presente en las ferias, en la toponimia...y también el más abundante en los bosques gallegos autóctonos, el roble. De sus hojas y frutos (bellotas), se alimentan multitud de animales. La caída de la hoja en otoño, enriquece el suelo y aporta elementos nutritivos. En sus troncos centenarios se forman huecos que aprovechan algunas aves insectívoras para anidar, como los herrerillos, cazadores incansables que pueden llegar a capturar hasta 8000 insectos para completar la alimentación de su crianza. Estos pajaritos son muy eficientes contra las plagas. En este robledo hay cajas-nido instaladas para facilitar la cría de estos beneficiosos pájaros.
En el Sor viven dos formas de trucha autóctona: la trucha de río o común, que es sedentaria, y la trucha marina o reo que es migratoria.
De vuelta a Ponte Segade nos encontramos con los campos de cultivo cerca del río conformados por camperos de pasto para el ganado, huertas, árboles frutales...Estos usos agro-ganaderos sobreviven gracias a la población más vieja que sigue a mantener vínculos con la tierra para el consumo propio. En los últimos 20 años estos usos sufrieron grandes transformaciones que conducen al abandono de tierras o a su transformación en cultivos forestales de pino o eucalipto.